Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 9 de enero de 2018

Juan Manuel Burgos: Para comprender a Karol Wojtyla (6 de 6)



1.5 El camino truncado: la filosofía interpersonal y social
Concluida la magna obra de Persona y acción, Wojtyla comenzó a adentrarse hacia un nuevo tema anunciado en el último capítulo de este libro, titulado Apuntes para una teoría de la participación, la filosofía interpersonal y social. Una vez comprendido a fondo qué es una persona y cuáles son sus estructuras internas, sus rasgos determinativos, Wojtyla quería avanzar hacia la interrelación de las personas. En primer lugar, hacia la relación yo-tú, la relación interpersonal por excelencia y, dando un paso más, hacia el nosotros, hacia las estructuras sociales colectivas.
Algunos han entendido que este camino intelectual supondría que Karol Wojtyla habría infravalorado la importancia de la interpersonalidad o que incluso tendría una visión algo individualista del sujeto humano, pero esta perspectiva carece de toda lógica. Recordemos, sin ir más lejos, que Amor y responsabilidad es un estudio sobre el amor entendido como relación interpersonal entre el hombre y la mujer. Lo que ocurre es que la potencia intelectual de Amor y responsabilidadno es comparable a la de Persona y acción y, en esta obra, no encontramos un tratamiento sistemático de la interpersonalidad (aunque sí los apuntes finales que hemos mencionado). ¿Por qué?
El asunto no es ningún misterio ya que el mismo Wojtyla lo explica respondiendo a una crítica en este sentido que le planteó L. Kuc en un debate realizado en Polonia sobre Persona y acción. “En la discusión que se publicó en ‘Analecta Cracoviensia’ (…) se presentó una contrapropuesta a Persona y acción tanto en su contenido como en el método. Según el planteamiento de esta contrapropuesta, el conocimiento fundamental del hombre en cuanto persona es lo que emerge en su relación con otras personas. El autor aprecia el valor de este tipo de conocimiento, sin embargo, después de repensar los contraargumentos sigue manteniendo la posición de que el conocimiento básico del sujeto en sí mismo (de la persona mediante la acción) abre un camino para comprender en profundidad la intersubjetividad humana. Sin categorías como la ‘auto-posesión’ y ‘auto-dominio’ nunca llegaremos a comprender a la persona en su relación con otras personas en la medida adecuada”[26]. En definitiva, Wojtyla entiende que sólo podemos comprender a fondo al ‘tú’ si primero entendemos al “yo”, porque, para nosotros, el tú es un “otro yo”, en el sentido de alguien similar a mí, pero yo no puedo penetrar en su interioridad como penetro en la mía y, por eso, solo a través de un análisis profundo de mi interioridad, de mi estructura como persona, voy a poder llegar a entender realmente cuál es la estructura del tú, pero no al revés. Por eso, si bien Wojtyla ya había afrontado el tema de la interpersonalidad en Amor y responsabilidad, ahora desea volver de nuevo sobre él desde la altura conceptual y metodológica alcanzada en Persona y acción.
Los desarrollos más interesantes sobre esta cuestión se encuentran expuestos en el importante artículo: La persona: sujeto y comunidad[27]. Wojtyla parte en este texto del dato de la persona-sujeto, y estudia cómo se constituye de modo más pleno a través de la relación interpersonal utilizando el instrumento metodológico que tanto resultado le dio en Persona y acción: la revelación de la persona a través de la acción. Ahora lo que va a indagar, en dos momentos, es cómo la acción interpersonal repercute en los sujetos y construye las realidades interpersonales. El primero lo constituye la relación Yo-tú, la dimensión interpersonal de la comunidad. Su idea básica es que el yo se constituye como sujeto (no como suppositum) a través del tú y, por eso, el tú no es sólo la expresión de una separación sino la constitución de una unidad. La versión negativa o enferma de esta relación es la alienación, concepto muy en boga en esos momentos por la influencia marxista, que analiza en otros lugares[28]. El segundo momento es la constitución del “nosotros” o dimensión social de la comunidad, que va más allá de la mera relación entre dos personas. Wojtyla entiende que existe, de algún modo, un sujeto colectivo diferente de los sujetos individuales, y para caracterizarlo realiza una nueva transferencia metodológica de los resultados de Persona y acción. Lo que busca, en este caso, es que ese “nosotros” no se convierta en una entidad opaca y abstracta y, para lograrlo, trasfiere la idea de subjetividad personal –que evitaba ese problema en la antropología individual- al “nosotros” colectivo, dotándole de una cierta interioridad, personalidad o subjetividad social[29].
En este marco de reflexión encontramos también en este último periodo artículos importantes sobre la familia entendida como “communio personarum”[30], sobre la cultura[31], etc., lo que refuerza nuestra tesis de que, Wojtyla, una vez sentados los fundamentos antropológicos y éticos, estaba desplazando su atención al tratamiento de la interpersonalidad y de la filosofía social. Pero no hubo lugar para más.  Su elección como Papa dio fin a la aventura filosófica de Karol Wojtyla.


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